Uma Primavera Americana

ARARIPES DE COLORES

Vaya por delante que no soy crítico de arte y que sólo por amistad con Oscar Araripe me atrevo a escribir estas líneas, aún a riesgo de equivocarme, aunque siempre me quedará la excusa de culparle a él por pedirme algo tan ajeno a mi voluntad y, sobre todo, a mi oficio, que es la televisión.

Tengo un grato recuerdo de un libro, que leí hace muchos años, del escritor español, Eugenio D’Ors, "Una hora en el Museo del Prado". Esa guía me acompañó como un lazarillo por uno de los Museos más importantes del mundo y me mostró muchas cosas que yo desconocía sobre la pintura y los pintores. Esa guía me enseñó no solo a mirar, me enseñó, sobre todo, a ver, a ver lo esencial de una obra, no solo con los ojos, sino especialmente con el corazón. Antoine de Saint Exupéry lo explica muy bien en "Le petit Prince", cuando dice que lo esencial es invisible a los ojos. La pintura es también muchas veces invisible a los ojos, sobre todo a los ojos de los profanos como yo, que solo podemos "sentir" la pintura porque no tenemos la formación suficiente para entenderla.

Es desde esa óptica como yo veo los cuadros de Oscar Araripe. Siento muchas cosas cuando estoy frente a ellos. Sus paisajes llenos de flores, de luz, de agua, de cielo, me hacen evocar el Paraíso Terrenal antes de la creación del hombre. No hay hombres ni mujeres en esos cuadros, el hombre no ha sido creado todavía, todo está limpio, de una pulcritud inmaculada, casi obscena. Los únicos seres vivos son esas prodigiosas borboletas que, como ocurre en el misterio de la Inmaculada Concepción, atraviesan el Paraíso igual que un rayo de sol pasa por un cristal, sin romperlo ni mancharlo. Las borboletas forman parte del paisaje, están en él, pero pueden abandonarlo a voluntad, como las nubes de Magritte. Para mí las borboletas simbolizan la inocencia más pura. El paisaje nunca es inocente, está a la espera del hombre y puede cambiar y de hecho va a cambiar. Las borboletas, como los ángeles, son espíritus que no pueden contaminarse, porque si lo hicieran morirían.

En todos los cuadros de Oscar Araripe veo borboletas multicolores, incluso cuando no están; su ausencia las hace omnipresentes, se escucha el batir de sus alas, se perciben sus colores, se siente su magia.

Magia es lo que yo percibo en la pintura de Oscar Araripe, la magia de un hombre sabio que se detiene en lo esencial, porque lo esencial no es invisible a sus ojos. Oscar Araripe mira y ve y pinta lo que tiene delante como miran y ven los niños, con esa inteligencia y esa profundidad que solo tienen ellos y muy pocos adultos. Oscar es uno de esos niños, no se pregunta, como Pablo Neruda, ¿dónde está el niño que fui?, ese niño va siempre con Oscar, no lo perdió nunca, y eso se nota en sus cuadros. Oscar juega con los colores, los roba de la Naturaleza y los fija con pegamento en sus cuadros para que no se los quiten. En sus telas hay fragmentos robados de su Ceará natal, de Tiradentes, de Porto Seguro, de todos los lugares por donde ha pasado. Oscar se ha llevado consigo fragmentos de paisajes, playas, árboles, flores, casas, y en su lugar hay ahora enormes huecos, porque este gran ladrón que es Oscar Araripe los ha puesto en sus cuadros, sin importarle las protestas de la gente. Nosotros también somos cómplices de ese expolio, pero nosotros le robamos a Oscar, le arrebatamos con la mirada todo lo que contienen sus telas, nos llevamos todos sus colores, todas sus borboletas, porque sería un crimen que Oscar se quedara con ellas y no las compartiera con nadie.

Oscar Araripe es un ladrón de guante blanco, por eso es un misterio que tenga tantos colores en su paleta. El azul del mar y el azul de cielo, y el rojo y el verde y el amarillo y el naranja de sus flores, y el arco iris de sus borboletas, todo ello deja sin efecto la frase lapidaria de Ives Klein "el hombre ha sido desterrado lejos de su alma coloreada".

En los cuadros de Oscar Araripe descubrimos el Paraíso en el que, digan lo que digan, nunca estuvimos. El Paraíso está en el interior de una borboleta que se desliza por un cielo inmensamente azul, pero, como todas las cosas esenciales, es invisible a nuestros ojos.

Vicente Botin

Corresponsal dela TV Espanhola in La Habana, Cuba

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